23 de febrero de 2011
22 de febrero de 2011
16 de febrero de 2011
A Través del Cristal
Eran las seis de la tarde. Estábamos a mitad del verano y el escaparate de aquel
Telepizza en el que nos encontrábamos dejaba ver un trozo de calle urbanizada bañada por los últimos rayos de luz solar. No sé si mi acompañante se fijó en ese detalle; pero lo cierto es que poco después, el anochecer se hizo infinitamente largo.
Discutíamos que ingrediente sería mas adecuado para afrontar después la película que íbamos a ver, y comparábamos los precios y ofertas existentes en un descolorido e insulso tríptico.
-Lo lamento, pero recientemente hemos eliminado los champiñones de nuestro menú. Le puedo sugerir que pruebe el nuevo ingrediente, las setas.
Acepté de buena gana. Los champiñones eran mi ingrediente favorito para las pizzas, pero a decir verdad no había probado muchas especies micológicas mas allá de los mízcalos y los boletos. Mientras no fuese Amanita Faloides...
En ese momento entraron en el establecimiento varios mocosos que a buen seguro venían a celebrar un cumpleaños. Nunca me gustaron los niños, y menos los que llevan capirotes de indio y berrean como si fuesen hotentotes a la carga. Para colmo de males, iban sin compañía adulta. Pronto me di cuenta de que la madre del cumpleañero estaba sacando del maletero de un gran BMW una bolsa con regalos y un bolso negro.
-Tardará unos 15 minutos-
"Sin duda, serán largos", pensé. No sólo tenía más hambre que el tamagotchi de un sordo, sino que iba a tragarme los prolegómenos de una entrañable y sonora fiesta infantil.
Y sinceramente, preferiría que así hubiese transcurrido todo.
Nos dirigimos hacia una de las pocas mesas libres de los saltos que los niños completaban sin sentido entre el mobiliario de chillones colores.
El escaparate estaba a pocos centímetros de nuestra mesa. Con la algarabía de fondo, centré mi atención en la madre que trataba de cerrar el coche. Era una mujer bella, no sabría decir que edad tendría, pero sería mentir si no digo que estaba de buen ver.
Era alta y de cabellos rubios, con unas grandes gafas de sol cubriendo unos ojos que a la postre descubriría azules.
La mujer cruzó la estrecha calzada. Ningún coche la impedía cruzar los pocos metros de asfalto que había desde la otra acera.
Cuando iba por mitad del recorrido, ocurrió algo extraño.
Mi sorpresa era similar a la que ella mostraba. Había tirado el bolso como si éste le hubiese mordido, y ahora miraba cariacontecida el brazo que tenía elevado. Creo que yo era el único que estaba viendo aquello.
La jauría de niños seguía sacando de quicio a una camarera que trataba de tomar nota, pero yo los había dejado de oír. Mi cabeza estaba a otra cosa.
De repente, vi como sus dedos empezaron a moverse espasmódicamente ante la sorprendida mirada de la propia mujer. Entonces, soltó la bolsa repleta de regalos y chilló.
Me levanté de la silla y pegué mis manos al cristal. La mujer se retorcía sobre su brazo. Por la forma de moverse, lo asocié a la picadura de alguna abeja, comunes en zonas ajardinadas en esa época del verano.
Los alaridos eran de tal potencia que los niños dejaron inmediatamente su juerga al percatarse de que algo no iba bien.
-¡¡¡Mamá!!!-
El niño que llevaba una corona de plástico en la cabeza intentaba abrir la pesada puerta entre sollozos y los gritos de los demás niños, asustados por la escena.
El que debía ser gerente del local, calvo como una cebolla y con una ridícula corbata ilustrada con porciones de pizza; empujó y abrió definitivamente la puerta, con la intención de socorrer a aquella mujer que gritaba fuera de sí.
En ese momento, también me dispuse a salir y ayudar en lo que pudiese.
-No te muevas-
Tenía a Sergio a mi espalda. Intenté darme la vuelta para decirle que si no era consciente de lo que le pasaba a aquella mujer, pero cuando vi lo que el estaba observando; las palabras definitivamente no sólo no salieron, sino que además se me olvidaron por completo.
Sergio estaba a cinco centímetros de cristal, observando por encima de sus gafas. Tenía la mirada clavada en algo que había pegado al vidrio por la parte exterior.
Sin duda era una avispa. Las avispas no me asustan, salvo que sean tan grandes como el dedo índice, claro.
-¡¡¡Dios!!!¿¿¿Que cojones es eso???- pregunté sin esperar tener respuesta. El aguijón era terrible, era similar al punzón de un dardo, pero con un color blanquecino que parecía palpitar.
-Es un avispón japonés- dijo Sergio con voz calmada, aunque en su rostro se advertía cierto temor.
-¿¿¿Como que un avispón japonés???- pregunté aterrorizado sin quitar el ojo de aquellas patas peludas
- Este insecto vive en Japón y es el causante de más de 40 muertos al año en la isla del sol naciente.
-¿Y si es de allí?¿¿¿Que demonios hace en Colmenar Viejo???¿¿¿Es venenoso???- pregunté totalmente alterado
- No se que diablos hace este insecto aquí. Sólo viven allí y no hay constancia de que se ubiquen en otra zona del planeta
-¡Quiero saber si son venenosos!
- Por desgracia, son bastante mas que venenosos- en ese momento se quitó las gafas. Nunca le vi sudar de esa forma- Recuerdo haber estudiado esta familia en entomología de cuarto. Su glándula segrega siete toxinas muy potentes. Una de ellas facilita una rápida necrosis del tejido afectado.
-¿Necrosis?
La mujer seguía retorciéndose mientras su hijo lloraba a su lado y varias personas trataban de ayudarla. El brazo desnudo comenzaba a coger una tonalidad negra muy desagradable.
-La necrosis consiste en la muerte del tejido afectado. Esa mujer de ahí ha perdido el brazo, y si no se la inoculan los antídotos adecuados, morirá en pocos minutos.
-¡¡¡Rápido, vayamos a ayudar!!!- me levanté y fui corriendo hasta la puerta.
Al mirar atrás, me sorprendí de ver a Sergio aun sentado
-No hagas locuras. Cierra esa puerta y vuelve aquí-
Hice caso omiso y salí al exterior.
Me acerqué mirando con cuidado hacia el corrillo. Varios vehículos estaban parados delante y sus conductores habían bajado a ver que sucedía.
Entonces pude ver los bonitos ojos que tenía aquella mujer, pues las gafas descansaban en el asfalto.
Eran de un azul intenso, pero solo reflejaban un dolor infernal.
La mujer expectoró sangre a borbotones, manchando a su propio hijo que lloraba histérico. Entonces dejó de moverse y los ojos quedaron eternamente abiertos, ya vacíos de todo sufrimiento.
Fue entonces cuando se empezaron a oír aullidos de dolor en todas las direcciones. Me asomé a la esquina de la calle y decenas de personas huían aullando de un parque instalado en una gran rotonda. Otras personas caían al suelo gritando. Era como una locura generalizada.
Muerto de terror, escuché un zumbido similar al que provocaría un mosquito gigantesco batiendo sus alas. Mi adrenalina se disparó y corrí a la velocidad del sonido los diez metros que me separaban de la pizzería. Sólo Sergio continuaba allí dentro, mirando desesperado por el cristal, temiendo por mi futuro… y por el suyo.
Llegué sano y salvo al interior, e instintivamente cerré la puerta. Por desgracia no había nadie más que pudiera entrar. Decenas de niños estaban desperdigados por la calle, moviéndose como peces a los que se saca del agua. Todos gritaban, al igual que los adultos. Algunos se tocaban la pierna, otros se tapaban el pecho, y otros parecían catatónicos tras haber recibido un picotazo en la cabeza.
-¡¡¡El numero 33, dos pizzas medianas!!!
La dependienta del mostrador tachaba con un boli un ticket. Una canción estúpida provenía del interior de la cocina. No parecía haberse percatado de nada. Cuando bordeó el mostrador y nos obsequió con su sonrisa, el gesto cambió lentamente mientras las pizzas caían al suelo.
-Tranquila, se nos ha quitado el hambre-
Tras entrar en histeria después de ver tan dantesca situación, se arrodilló llorando delante de la puerta.
Sergio y yo seguimos observando en silencio a través del cristal. Cientos de insectos tapizaban el gran escaparate. Contemplamos una gran nube de avispones avanzando calle arriba.
Casi todos los que estaban fuera ya habían muerto. Pocos minutos después, apenas entraba la luz. Toda la superficie acristalada estaba poblada por enormes abdómenes negros con líneas amarillas.
La noche al fin llegó. Sergio puso la radio de su Nokia. Estaban dando un aviso de evacuación total en el centro y sur de España. Estábamos siendo invadidos por una plaga de avispones japoneses que se había desplazado desde el este de Madrid. Había teorías de que era un atentado terrorista, el primero desde ese estilo. Se habían llevado hasta unas colmenas de abejas abandonadas cientos de insectos de forma clandestina y deliberada, y tras un concienzudo periodo de reproducción, se habían liberado en el medio ambiente, con las consecuencias acaecidas.
Los datos de las víctimas eran aún inestimables, pero había miles y miles de muertos y afectados. Incluso hablaban de personas que habían ido al hospital con hasta 30 picaduras.
La batería del teléfono se acabó.
Fueron dos días hasta que vimos llegar un camión del ejército y varios soldados con lanzallamas.
Nos sacaron a los tres. Lo último que vi antes de entrar al autobús climatizado con insecticida fue como le pegaban fuego a todos los cadáveres con los que se iban encontrando.
El cabello rubio de la mujer ardió con viveza. Su hijo hacía lo mismo pocos segundos después. La corona de plástico aun descansaba sobre la hinchada y negruzca cabeza.
La puerta del autobús se cerró, al igual que mis ojos.
Dormí durante horas y cuando desperté me levanté aquí.
Estoy en una camareta militar, en un segundo piso. Debe de ser un edificio muy viejo, hay muchas telarañas. Incluso se ven en el exterior.
No se donde está Sergio. Pero al salir en su búsqueda, he visto algo que me ha hecho cambiar de opinión. Hay un soldado muerto a un metro de la puerta.
Parecía sonreír. Cuando he visto salir de sus fosas nasales una viuda negra, he pensado que lo más inteligente es quedarme aquí. Y como estoy demasiado acojonado para seguir escribiendo, me voy a sentar en la cama a mirar a través del cristal de la ventana.
Pero para ser sincero, no tengo esperanza.
No creo que esta vez venga algún autobús a buscarme.
Telepizza en el que nos encontrábamos dejaba ver un trozo de calle urbanizada bañada por los últimos rayos de luz solar. No sé si mi acompañante se fijó en ese detalle; pero lo cierto es que poco después, el anochecer se hizo infinitamente largo.
Discutíamos que ingrediente sería mas adecuado para afrontar después la película que íbamos a ver, y comparábamos los precios y ofertas existentes en un descolorido e insulso tríptico.
-Lo lamento, pero recientemente hemos eliminado los champiñones de nuestro menú. Le puedo sugerir que pruebe el nuevo ingrediente, las setas.
Acepté de buena gana. Los champiñones eran mi ingrediente favorito para las pizzas, pero a decir verdad no había probado muchas especies micológicas mas allá de los mízcalos y los boletos. Mientras no fuese Amanita Faloides...
En ese momento entraron en el establecimiento varios mocosos que a buen seguro venían a celebrar un cumpleaños. Nunca me gustaron los niños, y menos los que llevan capirotes de indio y berrean como si fuesen hotentotes a la carga. Para colmo de males, iban sin compañía adulta. Pronto me di cuenta de que la madre del cumpleañero estaba sacando del maletero de un gran BMW una bolsa con regalos y un bolso negro.
-Tardará unos 15 minutos-
"Sin duda, serán largos", pensé. No sólo tenía más hambre que el tamagotchi de un sordo, sino que iba a tragarme los prolegómenos de una entrañable y sonora fiesta infantil.
Y sinceramente, preferiría que así hubiese transcurrido todo.
Nos dirigimos hacia una de las pocas mesas libres de los saltos que los niños completaban sin sentido entre el mobiliario de chillones colores.
El escaparate estaba a pocos centímetros de nuestra mesa. Con la algarabía de fondo, centré mi atención en la madre que trataba de cerrar el coche. Era una mujer bella, no sabría decir que edad tendría, pero sería mentir si no digo que estaba de buen ver.
Era alta y de cabellos rubios, con unas grandes gafas de sol cubriendo unos ojos que a la postre descubriría azules.
La mujer cruzó la estrecha calzada. Ningún coche la impedía cruzar los pocos metros de asfalto que había desde la otra acera.
Cuando iba por mitad del recorrido, ocurrió algo extraño.
Mi sorpresa era similar a la que ella mostraba. Había tirado el bolso como si éste le hubiese mordido, y ahora miraba cariacontecida el brazo que tenía elevado. Creo que yo era el único que estaba viendo aquello.
La jauría de niños seguía sacando de quicio a una camarera que trataba de tomar nota, pero yo los había dejado de oír. Mi cabeza estaba a otra cosa.
De repente, vi como sus dedos empezaron a moverse espasmódicamente ante la sorprendida mirada de la propia mujer. Entonces, soltó la bolsa repleta de regalos y chilló.
Me levanté de la silla y pegué mis manos al cristal. La mujer se retorcía sobre su brazo. Por la forma de moverse, lo asocié a la picadura de alguna abeja, comunes en zonas ajardinadas en esa época del verano.
Los alaridos eran de tal potencia que los niños dejaron inmediatamente su juerga al percatarse de que algo no iba bien.
-¡¡¡Mamá!!!-
El niño que llevaba una corona de plástico en la cabeza intentaba abrir la pesada puerta entre sollozos y los gritos de los demás niños, asustados por la escena.
El que debía ser gerente del local, calvo como una cebolla y con una ridícula corbata ilustrada con porciones de pizza; empujó y abrió definitivamente la puerta, con la intención de socorrer a aquella mujer que gritaba fuera de sí.
En ese momento, también me dispuse a salir y ayudar en lo que pudiese.
-No te muevas-
Tenía a Sergio a mi espalda. Intenté darme la vuelta para decirle que si no era consciente de lo que le pasaba a aquella mujer, pero cuando vi lo que el estaba observando; las palabras definitivamente no sólo no salieron, sino que además se me olvidaron por completo.
Sergio estaba a cinco centímetros de cristal, observando por encima de sus gafas. Tenía la mirada clavada en algo que había pegado al vidrio por la parte exterior.
Sin duda era una avispa. Las avispas no me asustan, salvo que sean tan grandes como el dedo índice, claro.
-¡¡¡Dios!!!¿¿¿Que cojones es eso???- pregunté sin esperar tener respuesta. El aguijón era terrible, era similar al punzón de un dardo, pero con un color blanquecino que parecía palpitar.
-Es un avispón japonés- dijo Sergio con voz calmada, aunque en su rostro se advertía cierto temor.
-¿¿¿Como que un avispón japonés???- pregunté aterrorizado sin quitar el ojo de aquellas patas peludas
- Este insecto vive en Japón y es el causante de más de 40 muertos al año en la isla del sol naciente.
-¿Y si es de allí?¿¿¿Que demonios hace en Colmenar Viejo???¿¿¿Es venenoso???- pregunté totalmente alterado
- No se que diablos hace este insecto aquí. Sólo viven allí y no hay constancia de que se ubiquen en otra zona del planeta
-¡Quiero saber si son venenosos!
- Por desgracia, son bastante mas que venenosos- en ese momento se quitó las gafas. Nunca le vi sudar de esa forma- Recuerdo haber estudiado esta familia en entomología de cuarto. Su glándula segrega siete toxinas muy potentes. Una de ellas facilita una rápida necrosis del tejido afectado.
-¿Necrosis?
La mujer seguía retorciéndose mientras su hijo lloraba a su lado y varias personas trataban de ayudarla. El brazo desnudo comenzaba a coger una tonalidad negra muy desagradable.
-La necrosis consiste en la muerte del tejido afectado. Esa mujer de ahí ha perdido el brazo, y si no se la inoculan los antídotos adecuados, morirá en pocos minutos.
-¡¡¡Rápido, vayamos a ayudar!!!- me levanté y fui corriendo hasta la puerta.
Al mirar atrás, me sorprendí de ver a Sergio aun sentado
-No hagas locuras. Cierra esa puerta y vuelve aquí-
Hice caso omiso y salí al exterior.
Me acerqué mirando con cuidado hacia el corrillo. Varios vehículos estaban parados delante y sus conductores habían bajado a ver que sucedía.
Entonces pude ver los bonitos ojos que tenía aquella mujer, pues las gafas descansaban en el asfalto.
Eran de un azul intenso, pero solo reflejaban un dolor infernal.
La mujer expectoró sangre a borbotones, manchando a su propio hijo que lloraba histérico. Entonces dejó de moverse y los ojos quedaron eternamente abiertos, ya vacíos de todo sufrimiento.
Fue entonces cuando se empezaron a oír aullidos de dolor en todas las direcciones. Me asomé a la esquina de la calle y decenas de personas huían aullando de un parque instalado en una gran rotonda. Otras personas caían al suelo gritando. Era como una locura generalizada.
Muerto de terror, escuché un zumbido similar al que provocaría un mosquito gigantesco batiendo sus alas. Mi adrenalina se disparó y corrí a la velocidad del sonido los diez metros que me separaban de la pizzería. Sólo Sergio continuaba allí dentro, mirando desesperado por el cristal, temiendo por mi futuro… y por el suyo.
Llegué sano y salvo al interior, e instintivamente cerré la puerta. Por desgracia no había nadie más que pudiera entrar. Decenas de niños estaban desperdigados por la calle, moviéndose como peces a los que se saca del agua. Todos gritaban, al igual que los adultos. Algunos se tocaban la pierna, otros se tapaban el pecho, y otros parecían catatónicos tras haber recibido un picotazo en la cabeza.
-¡¡¡El numero 33, dos pizzas medianas!!!
La dependienta del mostrador tachaba con un boli un ticket. Una canción estúpida provenía del interior de la cocina. No parecía haberse percatado de nada. Cuando bordeó el mostrador y nos obsequió con su sonrisa, el gesto cambió lentamente mientras las pizzas caían al suelo.
-Tranquila, se nos ha quitado el hambre-
Tras entrar en histeria después de ver tan dantesca situación, se arrodilló llorando delante de la puerta.
Sergio y yo seguimos observando en silencio a través del cristal. Cientos de insectos tapizaban el gran escaparate. Contemplamos una gran nube de avispones avanzando calle arriba.
Casi todos los que estaban fuera ya habían muerto. Pocos minutos después, apenas entraba la luz. Toda la superficie acristalada estaba poblada por enormes abdómenes negros con líneas amarillas.
La noche al fin llegó. Sergio puso la radio de su Nokia. Estaban dando un aviso de evacuación total en el centro y sur de España. Estábamos siendo invadidos por una plaga de avispones japoneses que se había desplazado desde el este de Madrid. Había teorías de que era un atentado terrorista, el primero desde ese estilo. Se habían llevado hasta unas colmenas de abejas abandonadas cientos de insectos de forma clandestina y deliberada, y tras un concienzudo periodo de reproducción, se habían liberado en el medio ambiente, con las consecuencias acaecidas.
Los datos de las víctimas eran aún inestimables, pero había miles y miles de muertos y afectados. Incluso hablaban de personas que habían ido al hospital con hasta 30 picaduras.
La batería del teléfono se acabó.
Fueron dos días hasta que vimos llegar un camión del ejército y varios soldados con lanzallamas.
Nos sacaron a los tres. Lo último que vi antes de entrar al autobús climatizado con insecticida fue como le pegaban fuego a todos los cadáveres con los que se iban encontrando.
El cabello rubio de la mujer ardió con viveza. Su hijo hacía lo mismo pocos segundos después. La corona de plástico aun descansaba sobre la hinchada y negruzca cabeza.
La puerta del autobús se cerró, al igual que mis ojos.
Dormí durante horas y cuando desperté me levanté aquí.
Estoy en una camareta militar, en un segundo piso. Debe de ser un edificio muy viejo, hay muchas telarañas. Incluso se ven en el exterior.
No se donde está Sergio. Pero al salir en su búsqueda, he visto algo que me ha hecho cambiar de opinión. Hay un soldado muerto a un metro de la puerta.
Parecía sonreír. Cuando he visto salir de sus fosas nasales una viuda negra, he pensado que lo más inteligente es quedarme aquí. Y como estoy demasiado acojonado para seguir escribiendo, me voy a sentar en la cama a mirar a través del cristal de la ventana.
Pero para ser sincero, no tengo esperanza.
No creo que esta vez venga algún autobús a buscarme.
By : Pedro Pastor
15 de febrero de 2011
El Ojo Rojo
Esta historia ocurre a finales de la década del 50 en Japón. Un hombre de negocios, de apenas 20 años viajaba a través de un pequeño pueblo después de un día de trabajo. Pensaba que podría regresar a su casa antes del anochecer, pero la noche mas rápido de lo que creía.
El joven se encontraba cansado y buscaba un albergue para no tener que dar la vuelta y regresar al pueblo anterior donde había visto un hotel. Decidió preguntarle a los residentes del lugar si le daban aposento por una noche. Al parecer todo el mundo ya dormía o no había nadie en casa ya que no veía luces en ninguna de las casas a las que llegaba. Finalmente el hombre encontró una casa con la luz prendida y toco la puerta. Un viejito le abrió y el joven le pregunto si podía darle alojamiento por una noche, que estaba dispuesto a pagarle de ser necesario. El anciano dejo entrar al joven aunque rechazo el dinero que este le ofrecía, ya que decía que no había muchos visitantes por esos lares y que la compañía no le caía nada mal.
El anciano le ofreció una cena y luego llevo al joven a una habitación donde este pudiera dormir. El joven se percato que al lado de esta había otra habitación, pero no le presto importancia. Le dio gracias al anciano y se acostó a dormir. Como a los 15 minutos de estar dormido, el joven escucho una suave melodía proveniente de la habitación de al lado. El joven sintió curiosidad y se acerco a la pared, mojo su dedo con saliva e hizo un pequeño hueco en la pared de papel de arroz. El joven miro por el huequito y noto que del otro lado estaba una hermosa mujer de largo cabello negro que cubría completamente un lado de su cara. La mujer cantaba y bailaba sola en la habitación. El joven quito la mirada del hueco mientras se preguntaba porque el anciano no le había presentado a la chica. El canto de la muchacha dejo de escucharse y el joven volvió a mirar por el huequito en la pared, pero todo lo que podía ver era un resplandor rojo y nada más. Pensando que estaba soñando, el joven se volvió a acostar.
A la mañana siguiente, el joven se despertó y el anciano había preparado desayuno para los dos. Mientras comían, el hombre le pregunto al anciano acerca de quien era la chica que estaba en la habitación de al lado cantando y bailando. El anciano quedo sorprendido y le dijo al joven q en esa habitación no vivía nadie… Que una vez le perteneció a su hija que había muerto. Desafortunadamente, su hija había nacido con una deformidad que le impidió encontrar a alguien con quien casarse y con el corazón hecho pedazos, se suicido.
¿Cuál era la deformación? Le pregunto el joven.
Ella había nacido con un ojo rojo…
El joven se encontraba cansado y buscaba un albergue para no tener que dar la vuelta y regresar al pueblo anterior donde había visto un hotel. Decidió preguntarle a los residentes del lugar si le daban aposento por una noche. Al parecer todo el mundo ya dormía o no había nadie en casa ya que no veía luces en ninguna de las casas a las que llegaba. Finalmente el hombre encontró una casa con la luz prendida y toco la puerta. Un viejito le abrió y el joven le pregunto si podía darle alojamiento por una noche, que estaba dispuesto a pagarle de ser necesario. El anciano dejo entrar al joven aunque rechazo el dinero que este le ofrecía, ya que decía que no había muchos visitantes por esos lares y que la compañía no le caía nada mal.
El anciano le ofreció una cena y luego llevo al joven a una habitación donde este pudiera dormir. El joven se percato que al lado de esta había otra habitación, pero no le presto importancia. Le dio gracias al anciano y se acostó a dormir. Como a los 15 minutos de estar dormido, el joven escucho una suave melodía proveniente de la habitación de al lado. El joven sintió curiosidad y se acerco a la pared, mojo su dedo con saliva e hizo un pequeño hueco en la pared de papel de arroz. El joven miro por el huequito y noto que del otro lado estaba una hermosa mujer de largo cabello negro que cubría completamente un lado de su cara. La mujer cantaba y bailaba sola en la habitación. El joven quito la mirada del hueco mientras se preguntaba porque el anciano no le había presentado a la chica. El canto de la muchacha dejo de escucharse y el joven volvió a mirar por el huequito en la pared, pero todo lo que podía ver era un resplandor rojo y nada más. Pensando que estaba soñando, el joven se volvió a acostar.
A la mañana siguiente, el joven se despertó y el anciano había preparado desayuno para los dos. Mientras comían, el hombre le pregunto al anciano acerca de quien era la chica que estaba en la habitación de al lado cantando y bailando. El anciano quedo sorprendido y le dijo al joven q en esa habitación no vivía nadie… Que una vez le perteneció a su hija que había muerto. Desafortunadamente, su hija había nacido con una deformidad que le impidió encontrar a alguien con quien casarse y con el corazón hecho pedazos, se suicido.
¿Cuál era la deformación? Le pregunto el joven.
Ella había nacido con un ojo rojo…
A los Pies de mi Cama
En mi habitación reinaba la paz, me encontraba tranquilo escuchando música en mi "ipod", eran aproximadamente las 11:25 p.m. y tenía la luz apagada, ya que acostumbro dormir con la música en reproducción, en fin, no sé cómo, pero empecé a sentir algo de frío, me encontraba tiritando y a la vez tenía algo de miedo pero ¿que pasaba? sentía a alguien a los pies de mi cama, no podía voltear por algún motivo y en el otro extremo de la puerta de mi habitación se escuchaban cosas extrañas como:
-Déjame en paz!
-¿quien eres?
-¿que quieres de mi?
-por que me haces esto?
-auxilioooooo!
Pero que es lo que pasa! era la voz de mi madre pidiendo auxilio! con un miedo enorme me paré y me dirigí al umbral de la puerta dispuesto a abrirla y saber qué era lo que pasaba, los gritos de mi madre cada vez se hacían más aterradores y espeluznantes a la vez, pero cuando miré hacia atrás en mi habitación, algo andaba mal, mis cuadros que antes colgaban de un clavo en la pared que por cierto la mayoría eran religiosos (un crucifijo de Jesús, un cuadro de el ángel Gabriel desterrando a Satanás al infierno, un cuadro de la virgen maría, etc.) se hallaban rotos en el suelo como si alguien hubiese tirado aquellos objetos con una furia indescriptible, no lo sé pero de no haber volteado no hubiese visto a la cabeza de mi Cristo que me volteaba a ver con una risa totalmente fuera de este mundo, malévola.
Lleno de terror abrí aquella que me separaba de los terribles gritos de mi madre, pero algo andaba mal, la casa entera estaba llena de agua, los sillones mojados, desde la cocina pendía un enorme charco de agua que finalizaba en la sala, pero ¿donde estaba mi madre? mi madre se encontraba tranquilamente lavando los platos y vasos sucios en la cocina, pero muy silenciosa y me daba la espalda.
El miedo que antes tenía se iba disipando poco a poco, pues mi madre estaba frente a mí pero dándome la espalda, le pregunte ¿estás bien madre? y solo me respondía aaaaaaauuughhh... -¿qué?, no te entiendo madre, escuche mucho desorden y quiero saber qué es lo que pasa-
-vamos, mírame cuando te hablo madre-
Seguía sin poder contemplar su semblante y ella seguía tranquilamente lavando los trastes sin decir más que aaaaaauuuughhhh. Entonces me acerqué a ella y le di un leve estirón al borde de su pantalón para que me volteara a ver y me llevé la peor sorpresa que he vivido en mi corta vida, ya que disponía solo de 14 años.
Al voltear, la cara ensangrentada de mi madre, sus ojos destripados, de ellos solo colgaban los nervios que se encuentran sosteniendo a los ojos, su garganta degollada como si un cuchillo hubiese pasado por allí con intención de cortar su cabeza y entonces se dejó caer sobre mí, mi rostro empalidecía pues era muy pequeño para contemplar estas cosas, rápido me quite de encima el cadáver de mi madre y llorando como nunca corrí hacia la habitación de mi hermano mayor, para que el me ayudara y viera lo que estaba pasando, de la sala colgaba otro crucifijo y curiosamente lo miré y para mi sorpresa reía con una risa tan diabólica que me quedé paralizado, pero cuando pude apenas moverme corrí a la habitación de mi hermano cuando al abrir la puerta, sonó el gozne lentamente y mi hermano se encontraba reposando con brazos y piernas extendidos sobre su cama, me acerqué para ver por qué dormía en situaciones como ésa, pero al acercarme, tuve que ver su cadáver con sus órganos internos en su mano derecha y al pie de la pared una nota con sangre que tenía el siguiente lema: "yo creo en Dios, pero reina el diablo"
Al tratar de correr casi sin fuerzas y jadeando, desperté de mi terrible sueño, todo indicaba que me había quedado dormido en mi habitación y todo se encontraba como antes y me aliviaba saber que todo estaba bien, al salir a la sala de mi casa había una foto descansando en una vieja mesa de madera con mis padres sonriendo y mi hermano mayor y yo, atrás un lema escrito hace 15 años que decía:
"Juro que vengare su muerte, sé que fui un poco cruel al haberlos asesinado tan brutalmente, pero no tenía opción, si no hacía lo que él me ordenaba acabaría conmigo también"
Hasta ahora sigo mi vida con una conciencia que no me deja ningún instante tranquilo, ahora tengo 31 años y también mi esposa ha muerto, a veces veo a mi madre sentada en la sala diciéndome ¿por qué lo hiciste? pero con la cara ensangrentada, a veces saliendo de mi trabajo veo a mi hermano mayor al otro extremo de la calle haciéndome señas para que valla, o a veces veo a mi esposa manchada en sangre y con brazos y pies mutilados diciendo: "te estoy esperando".
Sigo buscando quien es el causante de esto y sé que lo tengo aquí en mi habitación, todas las noches viene pero no puedo verlo, solo puedo sentirlo, aquí... a los pies de mi cama.
-Déjame en paz!
-¿quien eres?
-¿que quieres de mi?
-por que me haces esto?
-auxilioooooo!
Pero que es lo que pasa! era la voz de mi madre pidiendo auxilio! con un miedo enorme me paré y me dirigí al umbral de la puerta dispuesto a abrirla y saber qué era lo que pasaba, los gritos de mi madre cada vez se hacían más aterradores y espeluznantes a la vez, pero cuando miré hacia atrás en mi habitación, algo andaba mal, mis cuadros que antes colgaban de un clavo en la pared que por cierto la mayoría eran religiosos (un crucifijo de Jesús, un cuadro de el ángel Gabriel desterrando a Satanás al infierno, un cuadro de la virgen maría, etc.) se hallaban rotos en el suelo como si alguien hubiese tirado aquellos objetos con una furia indescriptible, no lo sé pero de no haber volteado no hubiese visto a la cabeza de mi Cristo que me volteaba a ver con una risa totalmente fuera de este mundo, malévola.
Lleno de terror abrí aquella que me separaba de los terribles gritos de mi madre, pero algo andaba mal, la casa entera estaba llena de agua, los sillones mojados, desde la cocina pendía un enorme charco de agua que finalizaba en la sala, pero ¿donde estaba mi madre? mi madre se encontraba tranquilamente lavando los platos y vasos sucios en la cocina, pero muy silenciosa y me daba la espalda.
El miedo que antes tenía se iba disipando poco a poco, pues mi madre estaba frente a mí pero dándome la espalda, le pregunte ¿estás bien madre? y solo me respondía aaaaaaauuughhh... -¿qué?, no te entiendo madre, escuche mucho desorden y quiero saber qué es lo que pasa-
-vamos, mírame cuando te hablo madre-
Seguía sin poder contemplar su semblante y ella seguía tranquilamente lavando los trastes sin decir más que aaaaaauuuughhhh. Entonces me acerqué a ella y le di un leve estirón al borde de su pantalón para que me volteara a ver y me llevé la peor sorpresa que he vivido en mi corta vida, ya que disponía solo de 14 años.
Al voltear, la cara ensangrentada de mi madre, sus ojos destripados, de ellos solo colgaban los nervios que se encuentran sosteniendo a los ojos, su garganta degollada como si un cuchillo hubiese pasado por allí con intención de cortar su cabeza y entonces se dejó caer sobre mí, mi rostro empalidecía pues era muy pequeño para contemplar estas cosas, rápido me quite de encima el cadáver de mi madre y llorando como nunca corrí hacia la habitación de mi hermano mayor, para que el me ayudara y viera lo que estaba pasando, de la sala colgaba otro crucifijo y curiosamente lo miré y para mi sorpresa reía con una risa tan diabólica que me quedé paralizado, pero cuando pude apenas moverme corrí a la habitación de mi hermano cuando al abrir la puerta, sonó el gozne lentamente y mi hermano se encontraba reposando con brazos y piernas extendidos sobre su cama, me acerqué para ver por qué dormía en situaciones como ésa, pero al acercarme, tuve que ver su cadáver con sus órganos internos en su mano derecha y al pie de la pared una nota con sangre que tenía el siguiente lema: "yo creo en Dios, pero reina el diablo"
Al tratar de correr casi sin fuerzas y jadeando, desperté de mi terrible sueño, todo indicaba que me había quedado dormido en mi habitación y todo se encontraba como antes y me aliviaba saber que todo estaba bien, al salir a la sala de mi casa había una foto descansando en una vieja mesa de madera con mis padres sonriendo y mi hermano mayor y yo, atrás un lema escrito hace 15 años que decía:
"Juro que vengare su muerte, sé que fui un poco cruel al haberlos asesinado tan brutalmente, pero no tenía opción, si no hacía lo que él me ordenaba acabaría conmigo también"
Hasta ahora sigo mi vida con una conciencia que no me deja ningún instante tranquilo, ahora tengo 31 años y también mi esposa ha muerto, a veces veo a mi madre sentada en la sala diciéndome ¿por qué lo hiciste? pero con la cara ensangrentada, a veces saliendo de mi trabajo veo a mi hermano mayor al otro extremo de la calle haciéndome señas para que valla, o a veces veo a mi esposa manchada en sangre y con brazos y pies mutilados diciendo: "te estoy esperando".
Sigo buscando quien es el causante de esto y sé que lo tengo aquí en mi habitación, todas las noches viene pero no puedo verlo, solo puedo sentirlo, aquí... a los pies de mi cama.
14 de febrero de 2011
Teddy Demon
Corría el año de 1983 en Los Angeles, California (EUA), la policía se encuentra con la escena de lo que fue una masacre. El resultado: 5 muertos y 2 heridos. Lo más impactante no fue el descubrimiento, sino el mismo ambiente de la escena del crimen. En el pecho de uno de los cadáveres escrito con lo que al parecer fue un cuchillo estaba la leyenda: "TD". Las mismas letras escritas en sangre sobre las paredes del lugar del asesinato. En cuanto a los sobrevivientes, ellos nunca volvieron a ser los mismos. Sufrían de alucinaciones constantes y convulsiones. Cuando al parecer uno de ellos estaba lo suficientemente cuerdo para testificar, éste respondió: "Era como un oso de peluche, con ojos de fuego, cubierto de sangre y no paraba de saltar". A los días, él murió. El único sobreviviente jamás quiso testificar y fue llevado a un hospital mental por el resto de su vida. Los siguientes meses, la gente de la ciudad vivía asustada creyendo que un asesino maniaco estaba suelto por las calles. La policía solía dar con él debido a que a su rastro dejaba gotas de sangre en el piso. Al igua, se descubrían por las calles estructuras marcadas con las letras "TD". Con el tiempo ocurrían más y más asesinatos marcados con la insignia "TD" y la policía no paraba de buscar al asesino. Pero todo cambió en 1984...
En ese año, en una noche aparentemente tranquila, un trío de oficiales hacían recorridos de guardia por la ciudad. Entonces, a lo lejos, vieron a una figura escribir sobre una pared la leyenda "TD". Sin pensarlo, comenzaron a seguirlo mientras la figura salió corriendo. Se trataba sin duda del asesino. Su desesperación por atraparlo era tan alta que cometieron el grandísimo error de no pedir más apoyo. Siguieron el rastro de sangre de la criatura hasta el cementerio. Entraron corriendo y de pronto uno de los oficiales termina siendo degollado por el lanzamiento de un machetazo que le fue lanzado. Obviamente, muere al instante. La criatura ya casi estaba a punto de escapar, cuando uno de los oficiales decidió sacar una cámara y tomar una foto a la zona donde se encontraba el ser. Al revelar la foto, el oficial quedó pálido al ver la imágen: se podía apreciar a un oso de peluche cubierto de sangre con un machete en la mano saltando para escapar. Desde entonces, la policía no vio al "TD" como un asesino psicópata sino como un demonio hambriento de sangre. Ocultaron la verdad para no asustar a la población. Para ese entonces, los expertos ya buscaban la explicación para el caso pero por más que intentaban no encontraban explicación coherente. La apariencia del ser ya estaba totalmente revelada: un demonio con forma de oso de peluche cubierto de sangre y con una antena cuya punta estaba cubierta de una luz rojo sangre.
En 1987, un hombre obsesionado con el caso, robó unos archivos secretos sobre el TD y reveló la verdad a toda la comunidad. Sabiendo esto, el gobierno de los Estados Unidos no tuvo otra excepción que decir la verdad a todo el país. Desde ese momento, la gente vivía asustada. Encerrada. En las noches no había nadie en la calle, pero la gente cuenta que por sus ventanas veían al TD caminar tranquilamente. Un día, la Iglesia dio a conocer una posible solución. Hizo que toda una comunidad se reuniera y empezara a rezar. No paraban de rezar hasta que en ese momento aparece el TD con apetito por matarlos a todos. Pero se debilita por los rezos, y en ese momento el padre aprovecha para lanzarle agua bendita. El TD aparentemente muere explotando en sangre ante la vista de todos los creyentes de la Fé. La gente vuelve a vivir en paz...